IDENTIDAD Y PROYECTO DE VIDA

IDENTIDAD Y PROYECTO DE VIDA

Qué importante se hace en esta etapa de la vida el tener una identidad definida, el saber quién eres, cuáles son los principios que rigen la vida, las aspiraciones futuras, los temores, esperanzas, cosas que van formando la personalidad, la vida de cada persona.

Nuestros hijos deben y necesitan tener toda la ayuda necesaria.

Renaciendo a partir del cambio

Actualmente la vida cada vez más acelerada ha generado una juventud diferente, con necesidades distintas a las que los padres estaban habituados. Por esta razón la adolescencia se ha convertido en una etapa bastante difícil para los niños y jóvenes que deben “luchar” con una sociedad cada vez más exigente, competitiva e impersonal, y donde los valores han experimentado grandes mutaciones.

Es común escuchar a los padres quejarse del mal genio de sus hijos adolescentes, del bajo rendimiento escolar y de sus problemas conductuales. No dejan de tener razón, pues realmente durante esta etapa de la vida, los jóvenes se sienten desorientados, encerrados en un cuerpo que cambia día a día y en un cerebro donde también se producen importantes alteraciones. De este modo, este adulto en potencia desarrolla transformaciones psicológicas que afectan su vida y la de los demás, que lo hacen sentir distinto y a veces angustiado. Si estos cambios no son comprendidos por quienes están con ellos y los quieren, los jóvenes podrían terminar en una depresión, con problemas de drogas, alcohol y conductas violentas.

La Doctora Paula Peláez, experta en adolescentes, afirma que durante la adolescencia se producen cambios profundos en el cuerpo, la mente, el sistema nervioso, el sistema endocrino y en el “espíritu”. Por eso en endocrinología se le denomina “la tormenta neuro endocrina o tormenta nerviosa glandular”. El cerebro y sus centrales nerviosas comienzan a desarrollar nuevas funciones y esto sin duda, repercute en el carácter y ánimo de los jóvenes.

El mundo que deben vivir estos niños y jóvenes es bastante diferente a los de las generaciones anteriores… a nuestra generación. La revolución, el boom de los medios masivos de comunicación ha afectado de manera sorprendente su desarrollo, dándoles, por un lado, mucha información, capacidad de recepción de imágenes, y desarrollo temprano del lenguaje, y por otro lado, información manipulada, pornografía, carencia de valores, imágenes crudas y desalentadoras de humanidad. Con este cúmulo de conocimientos, con una tecnología cada vez más accesible y menos controlada, los niños aprenden conductas inadecuadas, copian modelos negativos. Si a todo esto le sumamos los conflictos propios de conlleva esta etapa de la vida, tenemos como resultado un niño-joven confundido, desorientado y hasta deprimido en ciertas situaciones más extremas.

La Doctora nos dice “encuentro al adolescente abandonado, con una baja autoestima, además de incomprendido por la sociedad y con un entorno muy poco favorable. La labor

de los padres, entonces, es apoyar a sus hijos, entender el proceso que están viviendo, conocerlo, escucharlo y darle mucho amor”.

Cómo ayudar al adolescente

-Aprendiendo a conocerlo.

-Escuchándolo antes de dar sermones o discursos “orejas grandes para escucharlo, boca chica para criticarlo”.

-Refuerce su autoestima.

-Sea coherente. Recuerde que el o la joven es un imitador natural, por eso cuanto mejor sea usted, tanto mejor será el ejemplo para su hijo (a).

-Si quiere ser un ejemplo, no lo desilusione ni desconcierte con actitudes ambigüas o poco claras, pues él valora la verdad.

-Ante algún problema grave, guarde la calma, permanezca tranquilo y asegúrele que usted no es ni juez ni policía, dígale, demuéstrele que lo ama y que desea ayudarle a clarificar y realizar su proyecto de vida.

La creación de la identidad personal

Se ha dicho que la etapa adolescente se caracteriza por ser la de la configuración de la identidad personal. Identidad que se consigue esencialmente a través de la confrontación y desequilibrios con el exterior y consigo mismo. Una corriente psicológica bastante acertada en la descripción de esta etapa, identifica la Identidad como la diferenciación personal inconfundible, la autodefinición de la persona ante otras personas, ante la realidad y los valores, siendo la adolescencia el período clave, y también crítico, de la formación de la identidad. Esta misma escuela psicológica define el proceso de adquisición de identidad a partir de algunas características referidas a:

- La conciencia de la propia identidad.

- El empeño inconsciente por constituir un estilo, una forma de ser personal.

- El deseo de encontrar una síntesis de equilibrio entre el territorio del Yo y los actos que de ello surgen.

- La búsqueda de la propia definición personal mediante una vinculación social que se apoya en el desarrollo de un sentimiento de solidaridad con las ideas de un grupo por el que se siente de algún modo representado.

Aceptando lo anterior, tenemos, entonces, que la adolescencia se configura como la época de las pandillas, de la pertenencia a grupos, en los cuales la vivencia de una situación de rechazo o marginación, bien por la manera de ser o por la forma de presentarse, resultan dos polos de una misma búsqueda y reafirmación de la identidad. Identidad que se mueve en el límite

difícil entre la búsqueda de señales personales y aquéllas que provienen del grupo, entre una necesidad de imitación y pertenencia y otra de originalidad e independencia.

Resumen

Tenemos, entonces, que Identidad se “refiere a la gradual toma de conciencia de cada niña y niño (jóvenes) de sus características y atributos personales, los que descubren y reconocen una vez logrado el proceso de diferencicación de los otros. Ello les permite identificarse como personas únicas, por tanto, valiosas, con características e intereses propios, reconociéndose como miembros activos de su familia y de los diferentes grupos culturales a los que pertenecen.”

Conceptos importantes a desarrollar

Identidad

Autoconocimiento

Autoestima

Proyecto de Vida

Y el Proyecto de vida ¿qué? … pues es la proyección que cada persona hace de manera consciente de su futuro (cercano, inmediato y lejano en el tiempo), sobre la base de su propio conocimiento, de sus potencialidades, de sus gustos

Autoestima

“La autoestima positiva cultivada desde la niñez es una eficaz profilaxis contra los efectos de la depresión. La autoestima deficiente es el caldo de cultivo de la depresión”.

(Bonet, 1994).

Reflexionando sobre nuestra experiencia prolongada en la educación de jóvenes y adolescentes llegamos a concluir que la preocupación por la propia identidad y autoestima está constantemente presente en la inquietud de la mayor parte de los mismos. No siempre la formulan directamente. Es como si no supieran localizar bien dónde les duele. Pero en la manera de expresarse formulan cuestiones que son como pequeños ríos, pequeños afluentes, todos ellos conducentes al mismo punto: “la autoestima, la identidad personal, el autoconcepto” (Gil, 1997).

En este sentido podemos hacer nuestra la constatación de C. Rogers (1994: 103 –104): “He llegado a creer que, a pesar de la intrincada multiplicidad horizontal de la problemática humana y de los estratos de complejidad vertical, tal vez exista un único problema. A medida que sigo la experiencia de muchos hombres me parece que cada uno plantea la misma pregunta. Por debajo del nivel de la situación-problema que aqueja al individuo se advierte una búsqueda primordial. Pienso que, en el fondo, todos se preguntan: ¿quién soy yo realmente?, ¿cómo puedo entrar en contacto conmigo mismo?, ¿cómo puedo convertirme en mí mismo?”.

En nuestra década numerosas investigaciones psicopedagógicas sobre la autoestima ponen en manifiesto la importancia decisiva de la misma para el pleno desarrollo del potencial dinámico de la persona. Para Branden (1991) una autoestima positiva es el requisito fundamental para una vida plena. La profesora P. Saura (1996) destaca la centralidad de la autoestima y del autoconcepto en el área de la motivación.

La autoestima es uno de los bienes básicos que una persona necesita para ser feliz. Sin la convicción de que tenemos capacidad para proponernos proyectos y de llevar a cabo al menos algunos de ellos, nos faltan el ánimo y la ilusión, y no tenemos ganas de emprender nada que valga la pena. Pero si no nos percatamos de que no somos el centro del universo, pero sí personas con fuerza suficiente como para hacer cosas valiosas, porque todos lo somos, entonces habremos abierto el camino hacia la felicidad.

Ahora bien es importante recordar que la autoestima es cruce de dos caminos: de la valorización que recibimos de los demás y de cómo nos valoramos a nosotros mismos. Ninguna de las dos viene ya dada de tal modo que no podamos modificarla, por eso uno de los primeros

pasos que conviene dar en la aventura de la felicidad es el de construir la autoestima desde nosotros mismos y con otros.

Efectos de la autoestima

Entre los efectos positivos que se derivan de un desarrollo adecuado de la autoestima cabe destacar los siguientes:

· Favorecer el aprendizaje: la adquisición de nuevas ideas y aprendizajes está subordinada a nuestras actitudes básicas; de éstas depende que se generen energías más intensas de atención y concentración.

· Ayuda a superar las dificultades personales: cuando una persona goza de alta autoestima es capaz de afrontar los fracasos y los problemas que le sobrevienen, ya que dispone dentro de sí de la fuerza necesaria para reaccionar de forma proporcionada buscando la superación de los obstáculos.

· Fundamenta la responsabilidad: a la larga sólo es constante y responsable el que tiene confianza en sí mismo, el que cree en su aptitud.

· Desarrolla la creatividad: una persona creativa únicamente puede surgir desde una confianza en sí mismo, en su originalidad, en sus capacidades.

· Estimula la autonomía personal: ayuda a ser autónomo, seguro de sí mismo, a sentirse a gusto consigo mismo, a encontrar su propia identidad. A partir de ello, cada uno elige las metas que quiere conseguir, decide qué actividades y conductas son significativas para él y asume la responsabilidad de conducirse a sí mismo.

· Posibilita una relación social saludable: el respeto y el aprecio por uno mismo es sumamente importante para una adecuada relación con el resto de las personas.

· Garantiza la proyección futura de la persona: impulsando su desarrollo integral y permanente.

A nuestro juicio, cuando más positiva sea nuestra autoestima más preparados estaremos para afrontar las adversidades y resistir las frustraciones, más posibilidades tendremos de ser creativos en nuestro trabajo, encontraremos más oportunidades de entablar relaciones enriquecedoras, más inclinados nos sentiremos a tratar a los demás con respeto y magnanimidad y más satisfacción encontraremos por el mero hecho de vivir.

El adolescente con alta autoestima, según Clemens (1991), actuará con autonomía, asumirá responsabilidades, afrontará retos, disfrutará con sus logros, tolerará frustraciones y será capaz de influir en otros, todo ello incidirá favorablemente en el proceso de su educación.

Por el contrario, el adolescente con deficiente autoestima infravalorará sus cualidades, creerá que los demás no le valoran, se sentirá con escasos recursos, se dejará influir fácilmente por otros, tendrá dificultades en la expresión de sus sentimientos, mostrará poca tolerancia en las

situaciones de ansiedad, se frustrará fácilmente y estará permanentemente a la defensiva, tendiendo a echar la culpa de sus fracasos, errores y debilidades a otros; todo ello repercutirá en una serie de efectos negativos en su evolución, en su educación y en su rendimiento escolar.

Tener una alta autoestima es sentirse confiadamente competente y moral, capaz y valioso. En tal situación no tenemos necesidad de estar permanentemente a la defensiva, ni de echar mano de sentimientos negativos o ideas erróneas. Tampoco nos sentimos abocados a interpretar papeles que no corresponden a nuestra propia personalidad. Somos como somos y como tales nos aceptamos, sin que esto suponga pactar con la mediocridad. Reconocemos nuestras aptitudes y actitudes positivas y, al mismo tiempo, somos conscientes de las negativas, aunque nos esforzamos honestamente por mejorarlas. En el caso de no conseguirlo de inmediato, no nos sentimos frustrados ni infravalorados, pues seguimos siendo como somos, nos sentimos compensados y, pacientemente, lo seguimos intentando, centrados más en lo positivo a desarrollar que en lo negativo a corregir.

Tener una baja autoestima (Ruiz, 1994: 61 – 62; Branden 1991: 55 – 61) es sentirse incapaz de afrontar los desafíos de la existencia, no ya equivocado con respecto a tal o cual tema, sino equivocado como persona. Esto es de tal gravedad que exige estar permanentemente a la defensiva contra todo y contra todos. Pronto aparecen los sentimientos negativos que nos condenan como personas. Nuestra mente, entonces, nos martillea con ideas obsesivas, con ideas erróneas, y nos prestamos a interpretar papeles idealizados que no corresponden a la realidad que somos, que vivimos y sentimos en nuestro interior. En consecuencia, el crecimiento personal queda bloqueado por estos mecanismos autodestructivos.

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